miércoles, 10 de julio de 2013

EDITORIAL / Obras no son amores

Más que en el campo, en las ciudades se dan encuentro de manera constante los intereses entre lo público y lo privado. Eso que parece tan abstracto, en las calles –expresión de lo público– se torna en algo evidente, tanto que algunas veces se llega a la confrontación.
Algo así está sucediendo en la avenida Circunvalar, tal vez uno de los sitios más atractivos de la ciudad en cuanto a interés turístico y como zona de diversión. Tanto que ha merecido una gerencia específica para este sector, denominado ya como la Zona C.
A partir de las reformas al Plan de Ordenamiento Territorial, entre las cuales quedó la de cambiar de uso al suelo de la Circunvalar, para clasificarlo como mixto, la ola de apertura de locales dedicados a la diversión y expendio de licores no se hizo esperar. Todo parecía bien sobre el papel: se cumple con el derecho a la creación de empresa.
El asunto grave es que muchos –por no decir todos– abrieron sus puertas sin el cumplimiento de normas fijadas de manera específica para su buen funcionamiento. Así, no se cumplió con la insonorización, que ahora tiene en apuros a bares y discotecas, con plazos perentorios de cumplimiento que se extendieron por tres meses más.
Tampoco se observó la atención de normas respecto a la seguridad que brindan los establecimientos a sus usuarios, por ejemplo en cuanto a la capacidad de desalojar rápido en caso de emergencia. Eso ni se comenta en las reuniones.
Ahora se tiene, además, una situación de extrema gravedad: es el uso de antejardines de manera descarada, sin respeto del Acuerdo 078 de 2008 que regula, entre otros, este uso. Así se observa cómo hay cerramiento fijo de tal espacio, cubiertas totales (deben ser parciales) y ubicación de elementos expresamente prohibidos en tal Acuerdo.
Ya la Personería se ha manifestado al respecto, el Alcalde lo hizo en su momento y hasta la Veeduría Ciudadana de la Circunvalar ha interpuesto los respectivos recursos legales. Pero todo sigue igual.
Además, para mayor anarquía, se permitió la remodelación total de un local sin las correspondientes licencias de construcción y abusando del espacio público, según manifiesta la misma Veeduría.
El irrespeto de lo legal ha llegado a tal extremo que algunos –no todos, por fortuna– comerciantes y empresarios del sector han optado, de manera unilateral, por derribar los recién construidos sardineles, como se denunció en la edición pasada, para convertir los andenes en parqueaderos privados. Y las autoridades siguen sin responder.
Sí a una Circunvalar que sea polo turístico de la ciudad, fuente de empleo y asiento de pujantes empresas; pero no a cualquier costo, sin observancia de la ley y con posiciones rufianescas que se parecen más a las del salvaje oeste que a las de un Estado social de Derecho. Señores inversionistas, la libre empresa es un derecho constitucional, siempre y cuando se ajuste a la ley.


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