lunes, 29 de julio de 2013

ARCHIVO / Biblioteca pública


Guardiana de la memoria



Se mueve con nerviosismo en medio de estanterías que acumulan centenares de años de historia. Décadas de búsquedas le permiten decir con precisión qué hay y dónde está.




Sabe de memoria la ubicación de cada tomo, de cada hoja suelta. Conoce, además, como una buena madre, las cicatrices que los vándalos dejan en sus colecciones luego de que arrancan páginas o trozos de ellas.

Es una mujer menuda. Muy menuda, en realidad. Pero sus movimientos rápidos demuestran una agilidad más allá de lo que aparenta. Además, le duele sobre manera ver cómo parte de la historia de publicaciones de la ciudad se deshace ante sus ojos, sin que pueda hacer mayor cosa, salvo dar voces de alarma.

Luz Inés Gutiérrez tenía planeado un viaje para Estados Unidos en 1981, luego de terminar cuatro años de labores como secretaria en el Liceo Pereira. Por cosas del destino y también de un deseo interno –siempre que pasaba frente a la antigua sede de la biblioteca Ramón Correa Mejía en la Estación del Ferrocarril se decía a sí misma: “cómo sería de bueno trabajar allí”– terminó con el ofrecimiento del cargo de secretaria en la biblioteca. Su viaje quedó aplazado para siempre, pero también empezó otra larga travesía en medio del mundo de los libros y de los archivos, con algunas pausas, pues también trabajó en el teatro Santiago Londoño.

Hoy, luego de 32 años de labores, Luz Inés se apresta a jubilarse llena de recuerdos de los años vividos en esta entidad, donde desde 1996 se encarga de la hemeroteca. Se va con todos sus saberes y un conocimiento sólido sobre todo el material existente, del cual no se cansa de ensalzar cualidades.
Se va con la felicidad de saber que traerán un escáner nuevo que permita digitalizar las colecciones antiguas, varias de ellas únicas. También le informaron que las ventanas de la hemeroteca serán cubiertas con un filtro que detenga el daño que sobre el papel causa la luz solar: “el papel se ponen blanquecino, como lavado, y se torna rígido”, dice con tristeza.

Muchos dolores

 
A Luz Inés le duele cada resto de papel que se deteriore; siente como suya esta colección. Su esmero y dedicación la convirtieron en guía de los centenares de investigadores que a cada tanto van al lugar. Se enoja mucho cuando descubre ejemplares mutilados o rayados y no sobran las tristes anécdotas: “un personaje muy importante de la ciudad venía cada rato a investigar. Pedía siempre ejemplares de La Tarde y se iba para un extremo alejado. Un día un joven me advirtió que el personaje tenía un bisturí. Lo abordé y me di cuenta que estaba arrancando todas las noticias referidas a desapariciones o casos de denuncia contra la Policía Nacional. Destruyó 29 años de colección del periódico”. Por supuesto, su entrada quedó vetada en la biblioteca.

Uno de sus mayores orgullos es la colección de El Diario, dirigido por Emilio Correa Echeverri. Los ejemplares de los primeros años de este importante periódico fundado en 1929 están ahora deshechos o en franco deterioro. Además, diez años  –de 1956 a 1966– desaparecieron en un incendio y hasta el momento no se ha podido recuperar ese registro, a pesar de las búsquedas intensas hechas en otras bibliotecas del país. Lo positivo es que la colección se encuentra microfilmada con una técnica antigua, pero que por lo menos permite la esperanza de poder salvaguardar, a través de tecnología avanzada, lo que todavía queda. Lo paradójico, además, es observar que pocas personas usan el material microfilmado, de hecho, muchos de los investigadores desconocen la presencia de este material.

Otro de sus lamentos es la pérdida casi total de la colección completa de El Fuete, el extraordinario periódico satírico fundado por Néstor Cardona Arcila (CAN). “Teníamos casi toda la colección de El Fuete, pero se perdió durante un trasteo por cambio de sede”.

Sobre El imparcial, otro de los diarios que fue un ícono en la historia del periodismo local, dice con tristeza que casi toda la colección se perdió. “Solo quedan dos tomos”, dice con resignación.
Y continúa su relato mientras se pasea extasiada en medio de gigantes anaqueles. No tiene que expresar su amor por eso viejos pliegos de papel que la han llevado a padecer en la actualidad de una afección crónica debido a los hongos en pies y manos. No importa, para ella cualquier sacrificio es poco, tanto que expresa un deseo dirigido a quienes continúen al cuidado de esta colección: “que quieran esto, que les duela y que se pongan la camiseta”.



Ejemplares únicos ocupan los anaqueles de la hemeroteca ubicada en biblioteca pública Ramón Correa Mejía. Digitalizar la colección, una de las prioridades de sus administradores.     

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