Tanto las pequeñas como las grandes ciudades del mundo
están trabajando alrededor de un nombre que se conoce como “ciudad amable” y
que busca que las administraciones abran un nuevo camino en las políticas de
intervención en el espacio público.
En Colombia, los municipios deben guiarse bajo los
parámetros de un Plan de Ordenamiento Territorial, pero al diseñarlos se
olvidan de cosas como generar nuevos puntos de encuentro ciudadano y de restarle
espacio a los carros para otorgar mayor protagonismo al peatón.
Pereira, a diferencia de ciudades como Medellín o Bogotá,
desde hace algunos años viene convirtiéndose en una ciudad fría, donde
predomina mucho ladrillo y poco espacio público como grandes parques o zonas
verdes seguras. Les confieso que cuando voy a Bogotá disfruto mucho porque
tengo a pocas cuadras zonas dónde salir a trotar, sobre todo cuando estoy allí
con mi peludo. En cambio, en la Capital del Eje, debo contentarme con salir a correr
bajo el duro asfalto y, en aquellos lugares donde existen rutas ecológicas,
estas son privadas y no dejan que ingresemos con nuestras mascotas.
Cada día perdemos espacios saludables, zonas que nos
permitan disfrutar; y los pocos parques se convirtieron en áreas inseguras.
Pereira no es la ciudad amable que muchos quisiéramos. Eso está demostrado en
estudios como en “Pereira cómo vamos”, el cual señala que en el área urbana
tenemos 22.868 árboles; eso equivale a un árbol por cada 18 habitantes. Lo ideal
sería un árbol por cada 3 pobladores.
El mejor regalo que Pereira
pueda recibir en sus 153 años de fundación es empezar a dar pasos para
convertirla en una ciudad amable. Que el Gobierno de Juan Pablo Gallo sea
consecuente con su campaña y aproveche espacios como el área donde se encuentra
el Batallón para hacer de este el pulmón verde de nuestra capital, algo así
como un Central Park en Nueva York, y que no sea un negocio millonario para
unos pocos empresarios.
Foto tomada de: Pereira la Llevo puesta, Edwind Laverde