Confieso que evitó las fiestas de
Pereira. Salvo los esfuerzos realizados por los gestores culturales para que estas sean un lugar de presencia
cultural, nuestras “fiestas de la cosecha”
me han parecido históricamente algo bastante alejadas de mí personal
sensibilidad.
Pero como los esfuerzos por alegrar un poco la vida de una ciudad
asediada por el ruido, los pequeños embotellamientos, los diarios “trancones” debe ser algo que se valore en
perspectiva más justa, habrá entonces que entrar a mirar, de manera rápida, distintos aspectos, y
la única manera que poseo es
recurriendo a algunas imágenes que guardo en la memoria:
Por allá en los años ochenta un alcalde
invitó a algunas “garotas” del Carnaval
del Río. La leyenda dice que eran “travestis” –algo que jamás nunca se pudo
confirmar- pero lo cierto es que recuerdo cientos de desarrapados, humildes de
la calle, simples curiosos extasiados,
persiguiendo los saludables glúteos de las
bailarinas que viajaban por la carrera séptima, subidas en un carruaje.
También durante las noches
de agosto, hace muchos años ya, los parques de los barrios se iluminaron con fiestas. El barrio Galán,
Corocito, Berlín, San Fernando tenían su fiesta propia. Su reinado, su caseta.
La gente atravesaba la noche de barrio
en barrio. Ese tipo de verbena barrial concluyó con la agudización del
conflicto armado en Colombia y así las fiestas pasaron a convertirse en algo
más y más privado.
En los últimos 15 años, con
el proceso de transformación del centro de Pereira, con la celebración de los
150 años de la ciudad, se ha buscado conectar en parte la cultura, el turismo,
la festividad en un solo paquete. Se han
traído artistas populares, comerciales, conocidos nacionalmente, se han realizado exposiciones, teatro
callejero, música. La pregunta que uno se podría hacer, es si los vientos de
agosto han traído algo distinto de lo que pasa durante el resto del año.
En términos históricos y antropológicos las fiestas son una especie de “detención del tiempo”, una posibilidad que
el cuerpo social de la ciudad se confunda, se integre y atraiga a gentes de
otras regiones. Si la respuesta es afirmativa uno podría pensar que las
festividades han tenido alguna
trascendencia de colectivo y de grupo; sino lo único que podemos señalar es que
la idea de “Pereira es una fiesta” o de “Fiestas de la cosecha” tendrá que
seguirse revisando.
Adenda
La nuestra es una ciudad que desesperadamente busca la identidad.
Padece el síndrome de aquellas comunidades
que todavía no saben quienes son. Las
fiestas serán siempre una
oportunidad de auto-reconocimiento.
Foto tomada del Diario Agosto de 1934
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