En el presente siglo tener empleo se
convirtió en una de las tareas más difíciles para una persona del común, para
alguien que no tiene parentela en las altas esferas del poder o vínculos propios
con los poderosos.
Pereira no está exenta de esta dinámica que
ya se volvió la característica direrenciadora de un país como Colombia,
empobrecido de manera paulatina y con unos ingresos cada vez más bajos, fruto
de una política macroeconómica errática, como la califican de manera repetitiva
expertos como el economista Eduardo Sarmiento.
El área metropolitana (AMCO) registra unos
niveles de desempleo que según las cifras oficiales tienden a la baja, como se
puede apreciar en la información compartida por el DANE. Y las cifras, así sean
fríos registros, son una de las herramientas de la planeación, por eso vale la
pena mencionarlas.
Pero esas mismas cifras evaden o camuflan
otras realidades más agobiantes, tales como el subempleo, el “rebusque” que
tiene a nuestras calles atiborradas con vendedores de cuanta cosa la naturaleza
o la humanidad han creado. Basta ver el desfile de vendedores ambulantes por los
barrios, arrastrando artesanales carretillas de madera que son la microempresa
de dos o tres personas, casi siempre hombres jóvenes.
Ese cuadro, tan pintoresco y que en otro
contexto daría para hacer una oda al trabajo, llama en realidad a la reflexión,
pues es inverosímil que tres personas y sus respectivas familias logren vivir
bien mediante la venta, ruidosa por demás, de unos cuantos aguacates exhibidos
en una desvencijada carretilla. Tampoco es plausible la exposición a los
cambios climáticos y la dureza de recorrer calles mientras se grita a voz en
cuello.
Mientras tanto, en las puertas de las
diversas construcciones, un aviso amenazante se expone en la portada principal:
No hay vacantes. Y eso en un sector que jalona la mayor cantidad de mano de
obra no calificada.
Tomado del archivo del periódico la tarde.
El empleo y la generación del mismo, ya es
hora de que se conviertan en real política de Estado, pues en él radica una solución
a muchos de los dolores de cabeza que nos asfixian como sociedad, tales como la
drogadicción, la prostitución y la criminalidad rampante.
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