Que ocurran eventos artísticos en esta ciudad que pareciera tener
solamente tiempo para la producción y el dinero es de por sí un milagro. ¿Qué
lugar ocupa el arte y la cultura en la administración pública de la
ciudad? Esa pregunta para mí será un
misterio pues diera la impresión que la cultura es el más olvidado renglón de
la sociedad. Hay asuntos más dramáticos, por ejemplo los trancones que se
forman permanentemente en las principales calles de la ciudad de Pereira y que hacen de un espacio urbano tan pequeño
como el nuestro, una reproducción en
miniatura de lo peor de la ciudad de Bogotá. Las vez que busqué llegar desde la
zona de Álamos a la Circunvalar para asistir a la performancia estética de Yorlady Ruiz en “La Cuadra” tuve que esperar de manera absurda minutos y minutos, en medio de la vía, para que el
embotellamiento aflojara. Entre más
automóviles privados existan, la ciudad se aproxima a un colapso
tenebroso y anunciado. Pero a pesar del atasco llegué a la cita con Yorlady
Ruiz.
Así como las principales
vías de la ciudad transpiraban congestión, las dos calles de la cuadra
respiraban vida, la mejor vida, la de la comunicación humana y la creación
artística. En la casa museo del fotógrafo Javier García se encontraba esta artista quien se ha
convertido en un verdadero ejemplo estético y moral de compromiso con las
víctimas de la violencia en Colombia. Yorlady Ruiz ha dejado de ser ella para convertirse en el
espectro que recorre cementerios, ríos, caminos de pueblos olvidados buscando los
restos que la memoria de las victimas ha dejado. De esa preocupación hablan sus diarios de
campo colgados en las paredes. Yorlady Ruiz, se ha transformado en algo más que
Yorlady Ruiz : es un espectro, una presencia que va y viene entre la evocación
del pasado doloroso y la creación artística. Yorlady Ruiz ha elegido ser
la compañera de los muertos, de las víctimas, la presencia que entre los vivos
recuerda a los muertos.
De ella y de sus acciones
performáticas sobre el país, poco sabe esta ciudad. Pero son personas como
Yorlady y su compañero Gabriel Andrés
Posada quienes expresan lo mejor de una ciudad que transpira polución de autos
y de ruido y que solo respira arte gracias a los esfuerzos aislados de todos
esos creativos solitarios y valientes como ella.
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