Cuando por primera
vez, hace algunos meses, me contaron que La Tarde no iba más, creí que era otro
chisme de los tantos que circulan en la ciudad.
No era ningún rumor
falso. Hoy es una realidad y dejó de circular casi que haciéndole un entierro
de tercera porque los Galvis, accionistas mayoritarios, se cansaron de la
última mala administración.
De esta forma, Pereira
capital del Eje Cafetero, que a diferencia de Armenia y Manizales tenía dos medios
de opinión, retrocede al quedar con un solo diario. Lo único que podemos hacer
es aceptar la realidad, de nada valen las lamentaciones, y desear que el nuevo
rumbo de la información escrita sea bastante exitoso.
Ahora solo nos queda
la nostalgia de momentos tristes y felices que vivimos los periodistas que alguna vez pasamos por la
casa editorial La Tarde.
En mi caso, allí
aprendí a hacer periodismo investigativo gracias a la fe que el gerente de ese
entonces, Luis Fernando Baena, tenía en este “pichón” de periodista. Se
convirtió en una especie de tutor, apoyándome en cada investigación y luego en
gestor para mi crecimiento académico. En La Tarde me hice mamá; en La Tarde mi
hija creció, pasó de gatear en la Sala de Redacción a caminar por toda la rotativa;
en La Tarde gané el premio regional de periodismo y en La Tarde construí mis
cimientos fuertes para ser periodista.
Hace tiempo salí de
La Tarde pero me sentía ligada a ella; me alegraba cuando recibía noticias de
sus logros en manos de quien fuera su directora por más de una década, Sonia
Díaz Mantilla. Y siempre admiré esa constancia y lealtad de las periodistas
Rosmira y Pilar, dos costeñas que se convirtieron en pereiranas. A ellas les
tocó este triste capítulo. Y muy seguramente ellas, al igual que a mí, solo nos
queda decir: La Tarde, te llevo en mi corazón.
Foto: archivo particular, publicación semana virtual, enero 2016.
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