Hace décadas nadie imaginó que el futuro de las
ciudades modernas estaría caracterizado por el uso masivo de la bicicleta,
privada o pública, en las calles de cualquier centro poblado del mundo. Un
siglo XX agobiado por las tasaciones del tiempo, solo podía comprenderse bajo
la brújula de la rapidez, la aceleración y el prestigio de las posesiones. Y,
como en toda modernidad, el flujo de las ideas y su vitalidad utilitaria se
invirtieron: el aire libre, el regreso a ciudades repletas de vegetación, la
invitación al silencio y a la tranquilidad del tiempo que no cae, así como
espacios públicos abundantes e incluyentes, tomaron de nuevo el aspecto de
realizaciones cotidianas alejadas de la nostalgia….Y como toda modernidad, de
nuevo, algunos países solo la ven como fugaz ensueño.
Pereira. Antes que nada habrá que decir que celebro
que se haya tomado la iniciativa. Y en seguida diré que será de aplaudir que
algo se hubiese hecho. La implementación de ciclorrutas en el centro, después
de más de doce años desde que se construyeron dos kilómetros en la Avenida del
Río, responde al plan de la ciudad moderna. Tres alcaldes desde entonces no se
han preocupado en absoluto por el medio ambiente y, ahora, el alcalde Gallo,
insípidamente, eso sí, pero desde el inició de su mandato ordenó la
señalización de las carreras Séptima y
Octava para el uso de la bicicleta.
No ha funcionado, por supuesto, y los motivos pueden
variar, pero solo mencionaré uno: no basta con pintar rayitas blancas en la
calle, aunque solo sea para mostrar a la ciudadanía que la bicicleta tiene el
privilegio en aquel espacio (evidentemente, no lo tiene, las motos también
pueden usarlo), sino que debe separarse del carril por donde transitan los
autos. La bicicleta debe desestimular el uso de motorizados y una de las
maneras de lograrlo es apropiándose del espacio público, no peleárselo en
atropellos, carreras e insultos.
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