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domingo, 23 de noviembre de 2014

Opinión / Pereira, enhorabuena

En Pereira  existen  buenos escritores y artistas, algunos con más reconocimientos por fuera del país. Lástima que uno no tenga tiempo de leerlos  ni de visitar sus exposiciones  con la paciencia y serenidad debida. 

Por: Hugo López Martinez
Las ofertas culturales en la región se han vuelto constantes y diversas en los últimos años. Lanzamientos de libros, festivales de cine y de teatro, exposiciones de arte, foros y conferencias sobre temas filosóficos, medioambientales, empresariales y educativos, son parte de una programación que moviliza a una  inmensa minoría, en particular, a  la joven ciudadanía pereirana. Podrían ser mucho más si las actividades fuesen programadas por fuera del centro de Pereira. En los barrios populares de Medellín, son variadas y de alta calidad las propuestas  de los grupos de teatro, de música alternativa y de cine clubes. Así, al menos por unas horas, las comunidades en conflicto ponen en remojo el espíritu vengativo, la predisposición de resolver los conflictos por vías violentas. Los distintos alcalde populares, entendieron que las ofertas culturales pueden lograr una mayor participación de la gente en la  comprensión y solución de los problemas del país.  Y si eso no se  logra, de todos modos,  queda  sembrada la idea de que no todo el bienestar del hombre colombiano está en la fórmula de felicidad de los países desarrollados.
En Pereira  existen  buenos escritores y artistas, algunos con más reconocimientos por fuera del país. Lástima que uno no tenga tiempo de leerlos  ni de visitar sus exposiciones  con la paciencia y serenidad debida. Aun así, podríamos tener en cuenta los temas sociales que les son afines y que valdría la pena  confrontarlas con la visión y experiencia de los políticos y de los empresarios. Para el escritor Jaime Ballesteros, en su obra El guionista, la ciudad es un lugar de encuentros efímeros en lugares igualmente efímero. Cada encuentro, sin embargo,  deja  huellas permanentes en los protagonistas. Pequeños detalles se vuelven imborrables, el gesto inoportuno después de una jornada de feliz de reconciliación, el misterio de un silencio largo y de una mirada divergente, opaca, vacía; las calles como fuente  de diversión y de frustración. Las fotografías de María García Vallejo parecen complementar en imágenes el destino de los protagonistas de la obra de Ballesteros, la dispersión de las raíces perdidas,  la pregunta al visitante está implícita, ¿somos ciudad o aldea?, ¿tenemos más futuro que presente? ¿O somos  una ciudad  de utopía en marcha? En sintonía con lo anterior, la obra de teatro Pinocho, excelente puesta en escena de un personaje que sirve de metáfora para denunciar una sociedad  bajo el asecho permanente del culto a la personalidad, sea este un delincuente o un hombre de bien. Decía el filósofo Guillermo Hoyos: “la educación y la cultura son base  para la refundación de la sociedad”, diríamos nosotros, más ahora que nunca.



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