Este año tampoco habrá
sinfonía. Pereira deslumbró a muchos en años pasados con un Festival sinfónico
que le daba la talla a los de otras grandes ciudades. Reaparecería en junio del
2015.
En el 2005 nace la Fundación Arte y Cultura de Risaralda
(FACURIS). Con el pretexto de buscar un espacio permanente donde se pudiera
disfrutar de la llamada música clásica, un grupo de amigos se encontraron por
la falta de ambiente musical que regía la ciudad para darle vida a una aventura
sinfónica. “La ciudad tiene una banda sinfónica con una retreta, pero Pereira
no tiene una orquesta, ni grupos de cámara buenos”, asegura Leonardo Valdés
Arias, director general de Facuris, organización creadora y encargada durante siete
años consecutivos de que Pereira vibrara con lo mejor de la música clásica.
Inicialmente se denominó Temporada sinfónica y comenzó cinco
sábados seguidos con una orquesta diferente cada 8 días, luego el festival se
dio durante 4 días y pasó a ser denominado
como temporada, en este proceso se aumentó la cantidad de conciertos, la música
salió del teatro, de cuatro conciertos en su primera versión se llegó a 25
conciertos en el 2012, con más de 8.000 asistentes en su versión más exitosa, con
una importante proyección internacional debido a la participación de un
cuarteto español, un cuarteto de México, un cuarteto internacional integrado
por un francés, dos españoles y un argentino, conformado en Alemania.
Lastimosamente para Pereira, el festival desapareció del
panorama justo cuando se encontraba en su punto más alto. “Todo es una lucha
con la Alcaldía, con las tres administraciones en los siete años,
definitivamente les hace falta otra visión frente a los eventos de ciudad, hay
una falla inmensa de quienes son alcaldes y de quienes deberían ser
patrocinadores del evento, que no ven más allá y creen que porque es un evento
cultural se queda en eso”, asegura Valdés.
Sin recursos
Por parte del Ministerio de Cultura, peor de la Alcaldía, se
recibía un apoyo pequeño, el préstamo del teatro y un mínimo aporte de dinero.
Como afirma Leonardo este aporte nunca
llegó a representar ni siquiera el 10% de lo que valía la totalidad del festival.
Con la empresa privada nunca se logró nada significativo, pues era un festival hecho
prácticamente por voluntarios amantes de la música, a quienes el poco tiempo
que sus trabajos habituales les dejaba lo dedicaban a la organización, esto
significaba un gran problema para agendar citas con potenciales patrocinadores
del evento que poco a poco los fue ahorcando económicamente.
A todo esto se sumó el incumplimiento del Alcalde en la
versión 2012 cuando, según Facuris, no entregó el dinero prometido, y por ello hubo
un déficit por encima de los 20 millones de pesos, que no era mucho frente a lo
que valía el festival, pero que por primera vez dejaba pérdidas.
Pereira no ha tenido realmente un cronograma de actividades
de reconocimiento nacional ni local, son contados los eventos destacables que la
ciudad ofrece y proyecta, por tanto los gerentes locales han crecido sin haber
visto en las actividades culturales una alternativa de inversión y de
proyección de sus marcas. La gestión para hacer posible al festival durante
siete años, aunque titánica y arriesgada, no se justificaba sin inversión que
la sostenga. “Ellos dicen: ‘ah, sí, yo te compro un pendoncito’, pero esto no
se hace con pendoncitos, es imposible”, enfatiza Leonardo.
La fundación organizadora del evento decide entonces suspender
hasta tanto no se organice el festival como una empresa, pues están seguros de
que no se puede hacer un gran festival mientras no haya una empresa que lo respalde
en lo administrativo. “Es una irresponsabilidad pretender hacer un festival
como el que ya la gente quiere ver sin un director, una secretaria, unos
inmuebles, un dinero para su sostenimiento…”. Facuris ha emprendido esta tarea desde
el año pasado buscando la forma de encontrar los recursos que permitan tener un
colchón financiero para sostenerse durante los primeros seis meses, y en esos
seis meses gestionar los recursos para seguir sobreviviendo otro semestre, y
así sostenerse como un equipo
administrativo.
Por otro lado se aplaza la fecha de la programación
sinfónica, por estrategia tanto artística como de promoción, para la mitad de
año, que es el verano en el exterior. Sintoniza el calendario del festival con
la posibilidad de que orquestas extranjeras se integren en sus vacaciones. Si
todo sale como se ha planeado, en junio del 2015 volverán a sonar los vientos,
a vibrar las cuerdas. Las sinfonías volverán a envolver a La Perla en un
ambiente de ensoñación musical.
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