Dos arcos sin malla, así con goles sin fin disfrutan los vecinos de Esperanza Galicia, un sector muy amante al fútbol. |
Decenas de personas acuden los fines de semana a ver los partidos que
se programan en ‘El Polvero’, como es conocida la cancha del barrio Esperanza
Galicia.
Aunque entre semana el panorama
sea solitario, este pedazo de tierra tiene historias para contar en medio del inclemente sol del
occidente de la ciudad, personajes que desde chicos se
han criado alrededor de ella y la han sabido mantener como suya.
“El día que esta cancha
desaparezca a nosotros nos va dar algo porque este es el punto de encuentro de
los vecinos, nosotros nos reunimos a ver partidos cada fin de semana, a
conversar y a pasarla bueno”, dijo Edwin León, habitante del sector hace 19
años.
Visitar la cancha se ha vuelto un
plan familiar. Niños, adultos, hermanos, tíos, comparten quizá lo que no
comparten entre semana. La Secretaría Municipal de Recreación y Deportes
los apoya desde hace más de 14 años, a través de entrenadores de fútbol que
llevan a los niños a enfocarse a este deporte impulsando la práctica de la disciplina; pues allí, en
Esperanza Galicia, no parece haber otro tipo de deporte que guste tanto, no hay cancha de
tenis, no hay cancha de béisbol, ni piscina para natación, sólo un terreno con
dos arcos, un pequeño lago de tierra al que llaman El Polvero y unos residentes que viven el fútbol hasta por televisión.
“Hombre yo me crié aquí y aquí se
ve mucho fútbol, siempre viene gente a participar de los campeonatos; desde el
más niño hasta el más talentoso”, resalta León.
El lugar cuenta en sus
alrededores con casetas para el resguardo de la gente; así como el Hernán
Ramírez Villegas cuenta con graderías, esta desapercibida cancha cuenta con palcos
a base de pura guadua, sillas de manera, un plástico para detener los rayos del sol y
para sentir el calor del buen fútbol un compañero al lado.
Estos son las bancas donde se sientan los espectadores y los mismos jugadores en cada partido. |
Entre semana luce como cualquier
estadio cuando no hay fecha. Silenciosa, desolada, con un eco de gritos de gol, y aunque no tiene grama, menos es presuntuosa, cuenta con pequeñas figuras,
con ídolos de barrio que se criaron con la "pecosa".
“Hay muchachos que juegan mucho,
a mí me gustaría jugar como ellos, mover la pelota rápido”, Santiago, niño
habitante del lugar.
Así pues en la lejanía de la zona
urbana, lejos de los edificios y el tráfico de Pereira, en un barrio que ha
surgido por mano propia, una cancha convoca a la comunidad, con el único
objetivo de compartir un momento entre risas y goles.
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