El “Depor”
pierde reconocimiento deportivo
Coldeportes anunció la no renovación del Reconocimiento Deportivo
al Club Profesional denominado Corporacion Social, Deportiva Y Cultural De
Pereira – Corpereira.
Según lo anunciado de este organismo deportivo, tras un
seguimiento lograron establecer que Corpereira adeuda obligaciones laborales,
por un periodo superior a 60 días, existiendo reincidencia en el incumplimiento
de esta clase de las obligaciones por parte del mencionado Club.
En el
comunicado también se advierte que este organismo no podrá desarrollar actividades
deportivas como integrante del Sistema Nacional del Deporte, debido a la reincidencia en el incumplimiento de sus obligaciones laborales.
El comunicado completo aquí.
A propósito este es el editorial de la Edición nro. 34 de VECINOS
Camiseta muy
sucia
Amarillo y rojo
son los colores de la ciudad. Esos son, también, los colores del equipo local.
El mismo que se fundó en 1944 y que recién anuncia la Superintendencia de
Sociedades entra en formal proceso de liquidación. El “Depor” tiene una larga
historia que parece llegar a su fin.
Pero no solo es
esa historia bonita, grandiosa, llena de muy pequeños triunfos y de recuerdos
familiares heredados como reliquia. Es, sobre todo en décadas recientes, el
depósito de una historia que invita a la vergüenza.
El recorrido por
la ignominia se lee más en páginas judiciales que en las deportivas. Un repaso
a vuelo de pájaro bastaría para avergonzar a cualquiera que tenga un mínimo de
pudor: los dirigentes del Deportivo Pereira fueron por tradición gente
respetable y plena de amor por el equipo, pero desde los años 80 se abrió la
compuerta para el desfile de personajes que parecen sacados de novelas policíacas.
El primero de
ellos fue el narcotraficante Octavio Piedrahíta, quien en 1982 comenzó su nefasto
protagonismo en el equipo, para luego morir asesinado. A él se suman otros directivos
con reseña judicial reprochable o, en su defecto, con relaciones de parentesco
que no condenan, pero sí alarman: Ramón Ríos –prófugo de la justicia por lavado
de activos, el mismo delito por el cual acusaron a Gonzalo Bedoya, otro ex
dirigente del “Depor”–, Roberto Jiménez –quien aparece en la denominada Lista
Clinton y es hermano del narcotraficante y paramilitar alias “Macaco”–, Jaime
Enrique Acosta –extraditado a Alemania– y, por último, Álvaro López –condenado
en el pasado por narcotráfico y en tela de juicio en los grandes medios
nacionales, porque acá el silencio de algunos es cómplice–.
La herencia de
este pasado oprobioso –en una lista que de antemano puede declararse
incompleta– se resume en manejo irregular de los dineros del equipo, no pago a
los jugadores y persecución contra quienes exigen su salario, por no hablar del
descrédito nacional. Duele decirlo, pero el “Depor” es un paria aún en la
categoría B donde juega en la actualidad.
Otros enredos
tiene el equipo, como las deudas de Corpereira con la Dian, carga laboral atrasada
y el no pago a proveedores. El lastre negativo asciende a los 17 mil millones
de pesos, una cifra astronómica para cualquiera que tenga un capital conseguido
con honradez.
Es tal el caos que varios expertos reconocen como factible la pérdida del reconocimiento
deportivo por parte de Coldeportes. Además, el cupo deportivo está pignorado a
favor de la Dimayor.
Son varias las
posibilidades las que se abren, casi todas concretadas en la desaparición del
equipo, que, créase o no, también tiene sus dificultades. Tal parece que la vía
más expedita es la liquidación por intermedio de un juez, previa petición de la
misma por parte de Coldeportes.
Otra, la que
muchos anhelan y sería la más sana, es la formación de una sociedad anónima, en
la cual los socios tendrían intervención abierta y equiparable a su porcentaje
de participación accionaria; vigilada, además, por órganos del nivel nacional.
Incluso, ya se filtran nombres de algunos interesados, como Avianca, Kosta Azul
y Gerenciar; pero eso sí, todo supeditado al retiro de la familia López y su
círculo de Promasivo, que figuran en el papel como socios de Corpereira.
Siendo así, es
mejor dejar la camiseta sucia a un lado y buscar otra nueva, que invite al
orgullo y a sudarla con decoro. Sobre todo, con honradez.
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