viernes, 17 de mayo de 2013

El tren pasó de nuevo

Por Abelardo Gómez Molina

Un cielo sin estrellas, lleno de brumas, fue el marco para que la fachada de la antigua estación del ferrocarril se convirtiera en el telón más grande visto en la ciudad, un  lienzo por el cual pasaron pinceladas de su historia.




El cielo teñido de colores por los fuegos artificiales fue el preámbulo para una noche que muchos jamás olvidarán, una noche para guardarla entre los recuerdos más bellos de esta ciudad amada. Desde el inicio los aplausos entusiastas saltaban para romper el espasmo de una noche fría pero plena de emoción para gozar de la “Estación memoria”.
Luego de unas palabras protocolarias -por cierto con abucheo y silbatina para Luis Enrique Arango, rector de la UTP, y para el Alcalde Enrique Vásquez- la magia empezó su despliegue con el vuelo de un pájaro que dejó ver una selvática zona. La región primera que el hombre primitivo apenas descubriría mucho después.
Los pobladores precolombinos, representando un ritual Quimbaya, salieron al balcón para que el ballet Michua se luciera al ritmo de ocarinas, flautas y sonidos africanos, incluida la interpretación de la marimba de chonta. La Banda Sinfónica Municipal, la Orquesta de Cuerdas de la UTP y otros músicos invitados se entregaron por completo.



La expectación era enorme entre el público que presentía que esa entrada maravillosa sería apenas el abrebocas de una noche extraordinaria y lo que siguió no demeritó para nada las esperanzas.
Apareció luego la iglesia construida en techo de palma donde, según la tradición, se celebró la primera misa. Remigio Antonio Cañarte volvió a oficiar su liturgia ante una feligresía que corría acuciosa al llamado de la campana.
El tren pasó luego, robándose los aplausos y bravos de los asistentes, para retornar a la estación que abandonó hace más de cuatro décadas debido a las erráticas decisiones de quienes no supieron planear el futuro en su momento.
Más adelante, miles de cuadros rebotaban contra la fachada de la Estación. Imborrables imágenes que quedaron adosadas en la memoria de los asistentes completaron la escena para dejar extasiados a los pereiranos de nacimiento y a los hijos adoptivos de esta “ciudad sin puertas, ciudad luz”, como termina “A Pereira”, la hermosa canción de Camilo Giraldo –director musical del espectáculo- interpretada a su vez por Victoria Sur, en una salida que fue uno de los momentos más emotivos de esa noche que mostró una estrella solitaria.
Carmen Gil, directora audiovisual; César Castaño, director escénico, y el más de centenar de personas que participaron en el montaje, recibieron un aplauso largo que aquí no está demás repetírselo. Muchas gracias.

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