“El hiperrealismo aporta más que lo aportado por la realidad”, afirma Eric Jaramillo.
En su
voz hay un aparente tanteo, pero sus palabras suenan convencidas de lo que
dice, acentuadas por la fijeza que se desprende de unos ojos carmelitas que
miran como reconociendo las formas del mundo, de su mundo que es más real que
esa otra realidad real que todos vemos. Esa es la mirada de Eric Jaramillo, un
artista de 23 años que parece construir un universo personal en cada trazo.
Sus
obras, a las que se refiere como “dibujos”, son un homenaje al hiperrealismo, a
una visión del mundo, “porque es la comprensión que uno tiene de su entorno”.
Sus trazos muestran unas imágenes que modelan cosas ya sabidas, pero en gracia
de su tratamiento renacen ante la mirada del espectador.
Allí,
en el taller ubicado en el segundo piso de la casa ubicada en un perdido
conjunto residencial de Dosquebradas, conviven los lápices, linaza,
carboncillos, óleos, bases, pinturas, mesas, pinceles y dibujos acabados, junto
a otros a medio acabar que llenan su vida cotidiana, esa misma que oscila entre
la creación en este espacio y el proceso formativo de la mano de Alberto Cruz
en un salón del centro cultural Lucy Tejada.
En
algunas de sus obras es evidente la influencia de Cruz, no en vano es su
profesor desde hace año y medio, pero la fuerza y capacidad de realidad de sus
obras se perfilaba desde mucho antes, desde la infancia, cuando inicia sus
primeros trazos y de manera intuitiva encuentra un lenguaje propio.
Fue
tanto el vigor de su trazo, por completo empírico, que las directivas le concedieron
de manera extraordinaria un cupo para recibir acompañamiento de Cruz, con quien
se siente satisfecho.
Por eso
mismo no tiene proyectado ingresar a la escuela de bellas artes, de la cual
refiere que no ha recibido buenos comentarios. En su respuesta parece seguir
una premisa aprendida de su padre: “el artista es como el oro, entre más
enterrado y sucio, más puro es”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario