viernes, 1 de julio de 2011

Crónica/

Del puente para acá

Ser sinónimo de seguridad y buen ambiente para la cuadra, como argumentan ellos, es la importancia de los vendedores ambulantes que llenan este corredor peatonal.

Se llama Luz Aleida Soto y, según cuenta, hace nueve años es parte del colorido paisaje que los puestos de ventas ambulantes le dan a esta cuadra. Entre los gritos que avisan la partida de una nueva buseta para Santa Rosa y el golpeteo de los pasos atravesando el puente metálico que conecta el Centro con la Avenida Circunvalar, se siente el ambiente de este corredor obligado para miles de peatones al día.

Sus cálculos parecen precisos, de los ocho vendedores que se encuentran hoy en el lugar, ella es la más antigua y lo cuenta con el orgullo de quien sabe que la calle no es fácil y menos para una madre cabeza de hogar. “Sin nosotros esta cuadra no sería lo mismo”, y parece tener razón, y en eso concuerda Mónica Cerón, empleada del vivero Santa Elena, ubicado frente al puesto de dulces de doña Luz Aleida. “El ambiente en esta calle es muy bueno, cuando ellos no están se siente mucha soledad”.

A la misma idea se suma Yolanda Salazar, una artesana ubicada a unos cinco metros arriba del puesto de dulces. “En esta parte los puesticos hacen que todo se vea más bonito”, dice mientras teje con sus dedos una nueva manilla de las que, según ella, le compran desde el pereirano promedio hasta gringos, mexicanos, peruanos o argentinos.

Un negocio familiar

“El camperito del café” surge por la idea de un tío de don Juan Eduardo Luna, administrador de este particular Willys que se parquea todo los días desde las 6:00 a.m. a un costado del concurrido paso peatonal para vender durante la jornada entre 250 y 300 tintos.

“Desde que llegó el camperito, el sector se convirtió en un punto de atracción para la gente, eso atrajo los artesanos y comenzaron a montarse todos estos locales comerciales”, comenta Juan Franciso Molina, habitante del sector. El camperito es un negocio familiar, en la ciudad hay tres, y éste particularmente hace más o menos 6 años dio inicio a lo que hoy se nota como un pequeño sector comercial.

La movilidad y el espacio público es un tema que todos los vendedores de la cuadra prefieren sacar rápidamente de la conversación, para hacer hincapié en la seguridad que desde su llegada han brindado. “Este era un sector horrible de feo y la gente ya camina por acá tranquila”, dice don Juan Luna, recostado en su lujosa tienda de café móvil.

El camperito vuelve y enciende sus motores a las 7:00 p.m. y con su partida los demás vendedores comienzan a levantar sus puestos para que caiga la tarde, y con ella renazca un pasado de soledad e inseguridad que con la noche aparece en el panorama.

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